lunes, 10 de diciembre de 2012

Las uñas de Diciembre - Antonio Balam Narváez


Las uñas de Diciembre
 
Diciembre es el más cruel
de los meses.

Llega en un tanque de guerra
adornado como fachada de circo,
hondeando banderas blancas,
mientras va atropellando
el futuro de niños
el pueblo festeja
con música de cohetes.
 
Diciembre es más cruel
porque en vez de palomas
sube gaviotas a los Pinos;
porque la máscara fúnebre
sube al pódium
enseñando su dedo índice.

Muerde Diciembre
con dientes de oro,
y hay un pueblo
en el pueblo
que da fe a la tele
aplaudiendo

como foca de acuario.  
Diciembre es viejo
y está pudriéndose,
pendiendo del árbol
que hizo con agujeros de balas;
es un abuelo asesino
que da besos con cachetadas.
 
Diciembre trae una mochila
con mapas de suicidio
para la cultura mexicana:
Plan Mérida, Plan Puebla-Panamá,
son los padrastros
de una raza huérfana y milenaria.
Es el abuelo ambición de estos
pútridos padres
el goliat de las trasnacionales.
 


¡OH LIGARQUÍA!

Pastilla somática venenosa.
Sacerdote que ha casado
julio con diciembre;
y en plena iglesia hay
hay una orgía de meses.
Enero es el primero
que se empina.
Diciembre es el más cruel
de los meses.
Tiene un Santa Claus
para los pinos.

Y los jóvenes,
y los jóvenes que no lo quieren,
por su larga barba de ignorancia
y su estómago inflamado de represión,
buscan romper
la piñata mediática
con versos
para no perder el tino;
porque si lo pierden,
porque si lo pierden,
ya no seguirá esta pequeña
lumbre de conciencia
iluminando
las tinieblas del destino.
 


Bandera nacional

El nopal está agujereado
por la balacera del cinismo:
armas de labios
coquetos
que escupen cruces
sobre el abismo.

¿puedes verlo, amor?
¿O acaso soy yo
quien tiene atravesado
con mil aguijones
de miedo
el corazón?

El águila ya no quiere pararse
sobre él,
vuela tan alto y luego tan bajo
como quien busca la huída
esperando volver.

Esta noche, amor, sé del instante
de luz
que besa las orillas
de la primavera,
sé de los rosales
que crecen
majestuosos
sobre la hojarasca del otoño,
sé de la esperanza
que se acurruca
alrededor del fogón
del horizonte,
y sé, también,
que la conciencia ideológica  es
el cenote
donde he de aventarme
todas las noches,
de espalda a mis palabras,
colgando en mi cuello
un collar de soles azules;
y ceñida mi frente
con una corona de niños
hambrientos
que buscan sus labios
en el aire.
El águila esquiva al cazador
no de sangre
pero sí de mente extranjera.
A lo lejos, el canto del quetzal
pone de pie al anhelo
arrodillado
ante el altar del escepticismo.
¿Y la serpiente, preguntas?
¿Y la serpiente, mi señora?
Se arrastra por el agua,
busca su voz en la tierra...

Allá va,
mírala,
amor,
Patria,
en busca del traidor
que ha disparado
torpemente
contra su espejo.
(En el nopal está escrita la palabra PAZ
con agujeros de balas.)

Antonio Balam Narváez

domingo, 2 de diciembre de 2012

Carta


 
 San Cristóbal, Tuxtla, calle San Antonio. La tertulia, las botellas rodando, el libro asido firmemente por la mano (quizá lo único firmemente asido), la voz recitando entrecortada a Pablo, al viejo Nicolás, al buen Nazim. Voces irradiando una quimera.

Voces de argonautas débilmente detenidas por apenas el grosor de las paredes. Amor en las palabras, fe en las palabras: lo demás quedaba goteando escaleras abajo, riendo escaleras arriba. Y la muerte en la metralla. La muerte en las cárceles. Y la desolación jamás en nuestros corazones, el odio jamás en nuestros puños. Lágrimas en nuestros ojos cuando se alzaba trémula la voz del buen Nazim, buscándole arreglo a este mundo. Los días de la camisa floja, el pelo enmarañado y el libro firmemente asido por la mano. Los días sin medida, agitadores de copas y canciones, de amor y olvidos de una noche anotados pulcramente entre líneas de un poema abandonado a la desolación de una libreta.

 

Inconteniblemente anochecemos y la confianza se torna amarga de distante…

Esta ya es la otra vida, compañero. De pronto se acabaron los sueños. Este es el Siglo joven y vivimos el crimen de otra guerra. Nuestra voz se inicia en la violencia, concluye en la violencia. Interminables crepúsculo de sangre para inaugurar el día. Ese día en que el pan y el vino amargarán los vientres hasta hacerlos estallar. No habrá salida posible para nadie. Escojamos, pues, los sitios y las armas.

 

¡Aquí todo será fruto de tormenta!

 

-Jaime Augusto Shelley