domingo, 4 de noviembre de 2012

¡Revolución espera! / Somos - Macrina Cid


¡Revolución espera!


Y cuando creímos despertar,
todavía no empezábamos a soñar.


Me trajo desde México un cauce de vergüenzas,
traigo conmigo un lastre de miserias justo en la espalda, ¿se alcanzan a ver?


Soy del país circo,
próxima función de un maniquí peinado.

Ilusión de una imagen que un grupo de mujeres desilusionadas convirtió en belleza alucinada para alabarlo ilusamente.

Su espectáculo lo protagoniza la falta de memoria,
trae consigo el dibujo de una mujer de hermosura desconocida. Pajarraco por esposa. No habla, solo sonríe ¡Esta mujer no nos representa!
 
Absurdo democrático.

Ignorancia no de quien no sabe,
sino de quien no lee.

Vergüenza del que habla sin pensar,
porque no sabe pensar.

Hagan textos y discursos para que los aprenda,
aconséjenle para evitar otro equívoco,
piensen por él.


Viajes que transportan historias ajenas,
condenados quienes nos quedamos.
Sonrisa falsa de los pesares que provoca,
Interrupción democrática,
¿le pidieron permiso a la historia?


Manipulación televisiva de los mismos mequetrefes,
una larga sombra que permanece a la luz de una estúpida caja, y sonríe.

También los gritos silenciados,
los cadáveres extraviados,
guerra interna que padezco,
costumbre enajenante.

Esperanza ¿dónde estás?

Aunque sobre todo lo dicho,
coraje de adentro que nace en las vísceras,
coraje de permiso,
respuesta nula al sinsentido,
miradas bajas,
bocas cerradas,
brazos que no abrazan,
ojos ciegos,
palabras que no ayudan,
manos que no tocan,
pasos que no siguen…

¡Revolución espera!

Las voces gritaron NO PASARÁ

y aún puedo escucharlas.

 
 
“Somos”
Nos lamen con el hocico hondo de sus armas,
nosotros respondemos con balas de palabras,
de esas que te amenazan a vivir.
Nos preguntaron que qué somos, que de dónde venimos, que dónde nacimos.
Qué somos.
Somos la flor de la naturaleza,
el auge de la humanidad.
Somos la voz más fuerte,
la que se escucha más allá de la ciudad,
la que trasciende.
La voz que entiende y es entendida.
Nacimos ágiles e inteligentes.
Somos el vaso con agua, somos el agua que bebe.
La dupla de zapatos diversos que caminan,
somos las huellas que dejamos atrás.
Somos lo que fuimos y lo que seremos.
El éxito plasmado en una imagen que trasciende y se entiende.
Somos ruido y voces y letras.
Nos convertimos en diferencias y muchas veces también somos errores.
Pero como hijos de la historia, recordamos que también somos tiempo y realidad.
De dónde venimos.
Recuerdo el camino que nos trajo hasta aquí.
Cayó espeso y verdoso desde tu garganta,
por pocos centímetros hubiera tocado la punta de mi zapato rojo.
Las burbujas que hervían se desvanecieron con tu primer paso: seguro y conciso.
Y pude ver también como se desvanecían lenta y pegajosamente los hilos de saliva en la suela lisa de tu bota.
Éramos ochenta o noventa, quizás más… el número exacto está reducido.
Algunos caminábamos lentamente, otros, un poco más lento.
Las grietas de tus labios amarillos pedían agua,
tus manos de trabajo habían quedado tiesas,
como sosteniendo tu herramienta
con la que trabajabas todos los días.
Un aire rápido y frío sacudió la tierra de tus cabellos.
Me hubiera gustado verte caminar con la máscara de polvo que recordaba tu labor en la tierra.
Mi tierra, nuestra tierra, nuestra madre infinita,
la habíamos dejado atrás y caminábamos más lento,
como recordándola,
como si no quisiéramos alejarnos de su protección,
de su fertilidad.
Ese olor que las huellas hundidas de tus pasos dejaban al recorrerla,
cuando tus pies,
con pedazos de alma de tierra te llevaban a casa,
y ya adentro,
el olor recorría nuestro hogar.
Ahora veo tus pasos,
y tus botas son lisas y huelen a ajeno,
a caminos que ahora recorres a mi lado.
Me tomas del brazo y fijas tu mirada al horizonte,
-lejos aún estamos-,
no me dices, solo lo piensan tus ojos.
Respondo. La curva de mi delgada sonrisa te asegura que nuestra lucha ignora las distancias.
Dónde nacimos
Me acuerdo.
El vientre que nos parió es éste,
el nacimiento no terminó en pura presencia y presentación,
nos vio naciendo en la boca, en las manos, en nuestros pasos, en tus palabras.
Nacemos todos los días para morir en un sueño que compartimos,
que no solo recuerda nuestro nacimiento,
nuestro origen,
los pasos que dimos,
nosotros,
quienes somos.
 
Macrina Cid

No hay comentarios:

Publicar un comentario