Dime
pinche carcelero
entre tus llaves
¿hay alguna para abrir flores?
¿crees que si no se te acerca
ningún pájaro
todos están enjaulados?
¿o que cerrando los ojos
y las puertas
cierras el venero de las primaveras?
¡Pobres mañanas!,
¡qué grises serían
si fueras tú el encargado de abrirlas!
He agotado ya
los trámites para un amanecer:
he ido desde el puño crispado
hasta la mirada oblicua
y sólo he estrujado el aire
de tu minuciosa y ridícula malignidad
pero,
¿sabes qué significan
esas virutas de sol
sobre este follaje de sombras?
No encabronan
tu mirada aceitosa
ni tu andar domesticado.
Lo que encabrona
es que un barrote como tú
pueda andar por ahí
esparciendo miradas
como si de veras comprendiera
la alegría de los pendientes
y la reverencia de los árboles.
Pero a ti
a los de tu estirpe
a los de la hermandad del flato
sólo les queda el placer
del acoplamiento de metales
el regocijo enfermo
de acariciar orificios de candados
y ondularse maricones
con el penetrar morboso
de las llaves.
Agustín Hernández R.
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